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lunes, 4 de junio de 2012


POR QUÉ ES NECESARIO ABOLIR LA EXPERIMENTACIÓN ANIMAL

Hay varias razones para abolir la vivisección:

RAZONES CIENTÍFICAS

Los datos proporcionados por los experimentos con animales son falsos, caóticos, no fidedignos y no se pueden extrapolar al hombre ni a otros animales. En efecto:

a) Las enfermedades provocadas en los laboratorios son modelos utópicos; no son las mismas que se producen en la realidad;

b) Las diferentes especies reaccionan de manera distinta entre sí y de manera distinta a los seres humanos. Cada individuo reacciona de forma individual y no idéntica a los otros;

c) El estrés, la angustia y el miedo a los que están sometidos los animales de laboratorio, alteran sus reacciones y respuestas, no sólo entre un individuo y otro, sino entre un momento y otro en el mismo animal.

RAZONES JURÍDICAS

Los experimentos con animales no dan garantía de seguridad ni al paciente ni al consumidor, por tanto, no deben ser legalizados, porque representan un grave riesgo para el hombre y para poblaciones enteras. La “necesidad” de tal legalización la sienten sólo aquellos que consiguen beneficios de tales experimentos:

1) Los productores, que de esta manera tienen una coartada legal en caso de desastres y litigios, y pueden poner en el mercado productos perjudiciales, obteniendo la autorización para la venta con sólo presentar pruebas de que los experimentos con animales fueron realizados;

2) Los investigadores, que sólo saben hacer experimentos en animales, y solamente pueden garantizarse ingresos y mejoras en sus carreras de esta manera;

3) Los criaderos y los traficantes de animales de laboratorio, los fabricantes de aparatos de contención, etc.

En vista de los daños causados a la salud pública por los productos cuya pretendida “inocuidad” está garantizada por experimentos con animales, legalizar estas pruebas significa legalizar la distribución de sustancias nocivas, venenosas y mortales, capaces de matar a quien sea en cualquier momento. Esto equivale a un genocidio.

RAZONES SOCIALES

Una gran proporción de la población está mostrando una creciente inclinación hacia una forma de medicina apropiada al ser humano, a un sistema sanitario adecuado y estructurado de manera que garantice al enfermo unas terapias eficaces que no sean perjudiciales y que garanticen una prevención real. Los consumidores están demandando unos bienes de consumo no peligrosos; quieren productos sanos que sirvan para lo que han sido comprados y que no sean nocivos.

La mayoría de los seguros de enfermedad cobran ingentes cantidades de dinero para prestaciones basadas en servicios y productos derivados de la experimentación animal, mientras que un buen porcentaje de los impuestos pagados por los ciudadanos sirve para financiar la experimentación animal. Todo esto es contrario a los intereses del enfermo y del contribuyente. Nos encontramos ante un sistema sanitario gigantesco pero ineficaz, ya que emplea métodos no eficientes: medicamentos con efectos imprevisibles, vacunas de dudosa fiabilidad, terapias sofisticadas y caras pero ineficaces y, en resumen, una vasta farmacopea de la cual el 90% de los productos prescritos y recomendados son inútiles, puramente paliativos y perjudiciales.

RAZONES ÉTICAS

Lo ya mencionado (fracaso científico, abusos legales y hechos anti-sociales) nos lleva inevitablemente a consideraciones éticas. Los seres humanos tienen que ser protegidos de una manera ética, es decir, conforme a sus necesidades en cuanto a la salud, las leyes y la estructura social,  por una medicina que esté basada en una investigación seria, por un sistema legal efectivo y por medidas sociales adecuadas. En la práctica, el “sistema” que dirige la vida de un individuo y del cual forma parte tendría que ser un sistema “amigo” y no “hostil”, es decir que tendría que hacer uso de los medios que ayuden y no que maten.

Cuando se demuestra, con base en las estadísticas y a datos irrefutables, que durante los últimos 50 años en Suiza la mortalidad por cáncer aumentó más del 300%, mientras que en el mismo periodo de tiempo la población suiza ni siquiera se duplicó, el fracaso científico de la experimentación animal queda claramente probado. Y esto es, simplemente, un ejemplo entre miles.

La ética concierne también a los animales. También ellos son seres vivos, también sufren, entienden y están dotados de sensibilidad. En un mundo que se describe a sí mismo como civilizado y se considera adelantado, ninguna clase de tortura es tolerable, y aún menos las que sufren los animales en los laboratorios. El respeto por la vida es universal e incluye también a los animales.

Será oportuno en este punto recordar la frase con la que los defensores de la vivisección pretenden confundir a los ingenuos: “¿Prefiere sacrificar a un perro o a un niño? Esta hipocresía es parte del sistema de mentiras construido por los interesados,  ya que el “sacrificio” de un perro o de cualquier otro animal viviseccionado nunca ha salvado la vida de una persona. Al contrario; estos “sacrificios” han contribuido frecuentemente a matar a un gran número de seres humanos, a través de los productos y de las técnicas derivados de la experimentación animal.

Otra frase hipócrita que repiten los que están interesados en defender la vivisección es la siguiente: “Si no podemos experimentar en animales, ¿en quién lo haremos?, ¿en seres humanos?”. Aparte de su hipocresía ésta frase revela una enorme ignorancia. En realidad,  desde el punto de vista científico no hay ningún ser vivo en el que se pueda experimentar en consideración a otro ser vivo, como sostienen los pro-viviseccionistas, ya que cada individuo es diferente de los otros.

El problema de la vivisección, visto en un contexto general, no es muy distinto de los otros. Es sinónimo de la eterna ambivalencia humana, de la lucha entre dos direcciones opuestas, dos elecciones, dos conceptos diferentes de la existencia.

Por un lado siempre hay quien, para defender sus propios beneficios o por egoísmo, incompetencia, envidia o superficialidad, no titubea en rebajarse ante cualquier vileza, defendiendo sus intereses por todos los medios posibles.

Por consiguiente, la violencia y la opresión, reforzados con medios como la crueldad y la tortura, se han vuelto ley. En la historia de la humanidad, siempre ha habido quien,  para conseguir dinero, para asegurarse una carrera o tener una buena situación, se ha negado a ver, oír o comprender lo que era obvio. Y quien ha empleado mentiras e hipocresías para sembrar confusión, esconder y justificar sus propios delitos. Así dan la falsa impresión de que aún las acciones más viles, a la larga sirven para buenos fines. Para justificar crímenes, delitos y matanzas, han recurrido a los derechos constitucionales,  la creencia religiosa, a la moral pública, y a infinidad de cosas que a primera vista parecían loables. Pero no eran mas que pretextos, detrás de los cuales las influyentes oligarquías defendían sus propios objetivos.

A través de la historia ha habido revoluciones pacíficas, movimientos humanitarios que han dado impulsos decisivos a evoluciones que iban demasiado lentas, a instituciones que todavía se aferraban a conceptos atrasados, a criterios que habían quedado atrás, fijados en ideas superadas hacía mucho tiempo. Ahora existe un movimiento antiviviseccionista de importancia mundial.

Poseemos argumentos científicos y los usamos, así como usamos también los éticos, sociales y económicos.

Pero aunque quisiéramos dejar estas discusiones a un lado, no podríamos evitar revelar lo que es la vivisección, demostrar su verdadera cara, y condenar las acciones realizadas en su nombre.

Estos actos son, como dijo el Mahatma Gandhi, “los crímenes más terribles que se puedan perpetrar contra criaturas indefensas”.

Y aquí está la raíz de todo el mal: una mentalidad corrompida por la muerte y la destrucción, que se opone a la vida.

Si los animales algún día vuelven a tener confianza en los hombres, el hombre volverá a tener confianza en sí mismo.


Texto tomado de Schär-Manzoli, Milly, Holocausto, ATRA AG STG, Suiza, 1a edición, abril de 1996.


domingo, 12 de junio de 2011

El fracaso de la investigación médica y científica


El fracaso de la investigación médica y farmacéutica

Milly Schär-Manzoli

 
No existe ningún medicamento desarrollado mediante experimentación animal que no pueda:

a) Producir efectos colaterales, que a menudo son peores que la enfermedad que el medicamento tendría que curar.

b) Hacer crónica la enfermedad que tendría que curar, logrando sólo resultados paliativos.

10,000 víctimas de la Talidomida, 30,000 víctimas del Clioquinolum (Centoxin), 10,000 víctimas de la Fenilbutazona, decenas de miles de víctimas de la Estreptomicina, del Cloranfenicol, del Aminofenazol, del Phenacetinum (Ketorolaco, Triazolam), del Paracetamol, del Metaqualonum (Droxicam), de las Benzodiazepinas, de la Reserpina, etc., son más elocuentes que cualquier comentario. Si hubiera que mencionar todos los daños provocados a los pacientes por medicamentos derivados de la experimentación animal, necesitaríamos una enciclopedia. Daños que pueden tener como consecuencia la muerte o enfermedades crónicas.

Las víctimas no son solamente los enfermos, sino también personas sanas; por ejemplo, los vacunados, los que a causa de las vacunas contraen enfermedades neurológicas, cáncer o parálisis. O personas ligeramente indispuestas, que, sin saberlo, arriesgan su vida y su salud para curarse un resfriado, una gripe o para aliviar una neuralgia. [En los libros Guía de los medicamentos y las vacunas y Prevención y curas naturales de las enfermedades infecciosas hay una lista de algunos de estos daños, mientras que en el libro Prevención y cura de los procesos tumorales están mencionadas las sustancias y bienes de consumo derivados de la experimentación animal que causan cáncer en los seres humanos].

La investigación con animales se basa en un error fundamental: el de creer que el cuerpo animal se puede comparar al cuerpo humano. En realidad, no existe un modelo de laboratorio válido, ni en medicina humana, ni en medicina veterinaria, ni tampoco en cualquier otro sector de la investigación. Las razones son numerosas y se pueden resumir como sigue:

1) Las enfermedades artificiales producidas en un laboratorio son utópicas y abstractas, y no existen en la naturaleza;

2) Cada individuo reacciona según sus condiciones psico-físicas del momento;

3) El estrés y la angustia a los que están sometidos los animales de laboratorio alteran las reacciones y el progreso;

4) El ADN de los animales es distinto del de los hombres.

Experimentando con animales, los errores se acumulan, se confunden y se multiplican hasta generar el caos. Sería muy fácil verificar esto, ya que los mismos experimentos, repetidos en diferentes muestras de animales (no sólo de especies diferentes, sino también de la misma especie), generalmente dan resultados distintos. Probablemente mucha gente se da cuenta de esto, incluso en los ambientes viviseccionistas, pero prefieren callar estos datos contradictorios y disparatados, ya que la experimentación animal hace por razones legales y económicas y está basada en la ilusión con respecto a la ciencia.

En 1980, el Prof. Kurt Fickentscher escribía: “Normalmente, las pruebas con animales no sólo no contribuyen al control de los medicamentos, sino que tienen exactamente el efecto opuesto” (Diagnosen, marzo, 1980). Un efecto que, entre todos los que puede provocar un medicamento, es el único indiscutible y constante y que se traduce en daños concretos y visibles para el paciente.

Los datos proporcionados por la Oficina Federal de Estadística son, tal vez, los más indicados para comprobar el fracaso de la investigación médica y farmacéutica que se basa en el uso de animales. Todas las enfermedades por las que esta investigación ha sacrificado el mayor número de animales han aumentado visiblemente; se puede decir que enfermedad y mortalidad en el hombre aumentan en proporción directa al empleo de animales en la investigación.

He aquí algunos ejemplos: las muertes por diabetes, leucemia y enfermedades cardio-vasculares han aumentado en, aproximadamente, el 300%; las enfermedades mentales el 700%; la artritis ha aumentado el 10,200% (diez mil doscientos por cien); las muertes por cáncer de próstata el 700%; por cáncer de mama el 300%, etc.

Y todo esto durante el último medio siglo, en un periodo en que la población suiza ni siquiera se ha duplicado.

Pero estos datos, que tendrían que ser mostrados a toda la población para probar el fracaso del método de investigación que ella misma financia con sus contribuciones, oficialmente no son dados a conocer al gran público. Al contrario, se publican otras noticias, falsas pero más provechosas, sobre los presuntos éxitos de la experimentación animal, y los nuevos medicamentos “milagrosos” que, invariablemente, son retirados del mercado después de las habituales catástrofes. Pero tampoco aquí hay problema: por cada medicamento retirado hay siempre otro nuevo, probablemente tan peligroso como el primero, pero igualmente milagroso.


Schär-Manzoli, Milly, Holocausto, ATRA – AGSTG, Suiza, 1996, pp. 139-141.